viernes, 11 de enero de 2013

Newsroom. Sorkin vuelve a lo grande.



Recuerdo que al comienzo de mi primera clase de la asignatura de Comunicación Audiovisual el profesor, Joaquín Luna (crítico y especialista en cine español), nos pidió perdón a todos los alumnos. Nos dijo que jamás volveríamos a disfrutar de una película o de una serie de televisión de la misma manera que lo hacíamos en ese momento. Era algo normal, los conocimientos harían que el análisis de lo que se ve y se escucha se alza a un nivel superior. Es como ver un partido de rugby sin saber las reglas y meses más tarde ver el mismo partido no solo conociendo las normas si no entiendo de técnica y táctica. Es algo previsible.


Con Aaron Sorkin pasa algo parecido. El problema de ver una serie o una película de Sorkin (creador de  El ala oeste de la Casa Blanca y guionista ganador del Oscar por The Social Network) Cuando ven en la pantalla algo escrito por Sorkin lo reconoces, tiene un estilo, sus protagonistas tienen una forma de expresarse superdotada. Y el problema es que después saborear la perfección escrita el resto cae ante una posible comparación. Si bien en el Ala Oeste de la Casa Blanca el presidente Bartlet era algo más que una referencia política si no un faro para todos los que le rodeaban haciendo que la política pareciera lo que podría ser y no es, en este caso, Newsroom, el protagonista, el periodista Will McAvoy, es un avinagrado personaje que ofrece una de cal y una de arena (al menos al comienzo de la serie). 



Una muestra de ello es el discurso con el que presenta la serie Sorkin. Pongámonos en situación. Un guionista que ha creado y escrito una de las más aclamadas series de la historia norteamericana, The West Wing, que gana un Oscar en 2010 y presenta su nuevo proyecto. Una serie de televisión sobre un los entresijos de un espacio de noticias. Y comienza el capitulo uno con este speech digno del mejor Bartlet… Sorkin ha vuelto. Y deberíamos disfrutarlo.


Tras el discurso en la universidad el capitulo rebaja un poco la tensión para elevar la intensidad como una formula matemática, poco a poco, elevándose, pieza a pieza, dialogo a dialogo, enfrentamiento a enfrentamiento, hasta la emisión en directo (que para el que sabe lo que es eso es… un chute de adrenalina muy bien contado) para después de todo, guiñar al capítulo piloto de su la serie que le dio la fama y dejar al espectador descansar con una sonrisa. 



Eso es Sorkin, un torbellino de ideas, de historias, traveling que nos llevan saltando de dialogo en dialogo mientras los personajes se cruza por los despachos de la Casa Blanca o el Newsroom, personajes enamorados, rotos, inteligentes, idealistas, que nos llevan a sitios donde no querríamos estar porque son responsables de decisiones morales que no sabríamos como resolver para finalmente dejar la narración descansar cada capítulo a la orilla de la publicidad, descansado tras una hora de duro trabajo. Porque la intriga no es dejar al espectador en mitad de una secuencia, la intriga es contarle lo que pasa, insinuarle lo que va a pasar y que aun se sienta interesado. Eso es un arte y Sorkin es un maestro. 

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