Recuerdo que al comienzo de mi
primera clase de la asignatura de Comunicación Audiovisual el profesor, Joaquín
Luna (crítico y especialista en cine español), nos pidió perdón a todos los
alumnos. Nos dijo que jamás volveríamos a disfrutar de una película o de una
serie de televisión de la misma manera que lo hacíamos en ese momento. Era algo
normal, los conocimientos harían que el análisis de lo que se ve y se escucha
se alza a un nivel superior. Es como ver un partido de rugby sin saber las
reglas y meses más tarde ver el mismo partido no solo conociendo las normas si
no entiendo de técnica y táctica. Es algo previsible.
Con Aaron Sorkin pasa algo
parecido. El problema de ver una serie o una película de Sorkin (creador de El ala oeste de la Casa Blanca y guionista
ganador del Oscar por The Social Network) Cuando ven en la pantalla algo
escrito por Sorkin lo reconoces, tiene un estilo, sus protagonistas tienen una
forma de expresarse superdotada. Y el problema es que después saborear la
perfección escrita el resto cae ante una posible comparación. Si bien en el Ala
Oeste de la Casa Blanca el presidente Bartlet era algo más que una referencia política
si no un faro para todos los que le rodeaban haciendo que la política pareciera
lo que podría ser y no es, en este caso, Newsroom, el protagonista, el periodista
Will McAvoy, es un avinagrado personaje que ofrece una de cal y una de arena
(al menos al comienzo de la serie).
Una muestra de ello es el
discurso con el que presenta la serie Sorkin. Pongámonos en situación. Un
guionista que ha creado y escrito una de las más aclamadas series de la
historia norteamericana, The West Wing, que gana un Oscar en 2010 y presenta su
nuevo proyecto. Una serie de televisión sobre un los entresijos de un espacio
de noticias. Y comienza el capitulo uno con este speech digno del mejor Bartlet…
Sorkin ha vuelto. Y deberíamos disfrutarlo.
Tras el discurso en la
universidad el capitulo rebaja un poco la tensión para elevar la intensidad
como una formula matemática, poco a poco, elevándose, pieza a pieza, dialogo a
dialogo, enfrentamiento a enfrentamiento, hasta la emisión en directo (que para
el que sabe lo que es eso es… un chute de adrenalina muy bien contado) para después
de todo, guiñar al capítulo piloto de su la serie que le dio la fama y dejar al
espectador descansar con una sonrisa.
Eso es Sorkin, un torbellino de
ideas, de historias, traveling que nos llevan saltando de dialogo en dialogo
mientras los personajes se cruza por los despachos de la Casa Blanca o el
Newsroom, personajes enamorados, rotos, inteligentes, idealistas, que nos
llevan a sitios donde no querríamos estar porque son responsables de decisiones
morales que no sabríamos como resolver para finalmente dejar la narración
descansar cada capítulo a la orilla de la publicidad, descansado tras una hora
de duro trabajo. Porque la intriga no es dejar al espectador en mitad de una
secuencia, la intriga es contarle lo que pasa, insinuarle lo que va a pasar y
que aun se sienta interesado. Eso es un arte y Sorkin es un maestro.
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