jueves, 10 de enero de 2013

Homeland o cómo el dinero me ha quitado mi climax



A veces sales a correr y no tienes buenas sensaciones. Las piernas te pesan, tienes un agujero en el estómago y la cabeza te dice que vuelvas a casa pero tú sigues. Te dices que tan sólo sales a sudar un poco y continúas avanzando. Te pones una meta próxima, cercana y la alcanzas. Por esa razón piensas que se puede llegar un poco más lejos. Cuando estas lejos ya no quieres parar porque dar la vuelta allí sería estropear un buen entreno y continúas. Se podría decir que cuando comenzaste no sabías adonde ibas a ir. Tus piernas te han llevado donde ellas han querido.

 
Escribir un blog es similar. Comienzas escribiendo un post sobre algo que te resulta interesante. Sobre algo que te gusta. Y comienzas a preparar otro. En el proceso meditas que el lo quieres hacer con tu blog. No lo tienes claro y descubres que da igual. Que lo único que debes hacer es seguir escribiendo sobre lo que te gusta. Y eso es lo que voy a hacer.

Por todo esto hoy damos un salto a un lado, aunque sin dejar los análisis audiovisuales. Voy ha comentar una serie de televisión que me ha dejado un notable sabor de boca: Homeland.


El argumento de Homeland es relativamente sencillo. Un marine de los Estados Unidos es rescatado tras 8 años de cautiverio en Afganistán y devuelto a una USA post 9/11. El motor de la serie es descubrir si este soldado es un terrorista encubierto o un héroe de guerra.

Una de las más importantes particularidades reseñables de la serie es la verosimilitud (no realismo) que aporta a la acción. Como nos podemos imaginar cada capítulo la trama se vuelve más intrincada y las decisiones de los protagonistas son más inconcebibles pero la estupenda labor del equipo de guionistas, el pulso en la dirección y un elenco actoral que ya querría Hollywood resuelvan cada escena con una salida razonable dentro de lo inabarcable de la situación.


Los bandazos del guión con innumerables giros a lo largo de la primera temporada son impresionantes. Estos cambios de rumbo en la historia te dejan boquiabierto, intrigado por saber hacia donde se dirigirá la historia ahora. Si analizamos las temporadas por separado, sabiendo que en Marzo de 2013 comienza a rodarse una tercera, la primera es de una calidad dramática sobresaliente, algo difícilmente mejorable, comparable a los guiones de “El Ala Oeste de la Casa Blanca” (en otra tipología dramática). La segunda es diferente. No puede permitirse el lujo de derrochar un giro de guión por capitulo y las sorpresas son menos espectaculares y más parecidas a ases en la manga guardados para resolver situaciones especificas.


Durante la primera temporada el director de la mayoría de los capítulos importantes como los dos primeros, el séptimo y el ultimo es Michael Cuesta (productor ejecutivo en el resto de la serie). Cuesta maneja la intriga con facilidad y en los últimos capítulos (un doble capitulo) “Marine Uno” coloca la cámara en las escenas de tensión cerquísima del rostro de los actores logrando transmitir una agobiante sensación. Es un efecto muy logrado soportado todo ello por las brillantes actuaciones de Claire Danes y Damian Lewis. Estos actores demuestran a lo largo de estos capítulos finales que se merecen todos los premios recibidos. La verosimilitud en el extremismo de sus actuaciones es algo que se debe valorar en su justa medida.

A esto hay que añadir el toque musical de en el que el Jazz con lo que representa juega una parte fundamental en los procesos de razonamiento y descubrimiento de los casos en la cabeza de la protagonista. Se podría decir que la cabeza de Carrie funciona como una buena melodía de Jazz en la que el ritmo es prioritario pero los bandazos melódicos van moviendo la trama de un lado a otro.


Además de todo esto no me puedo olvidar del papel del reconocido Mandy Patinkin como Saul Berenson, un personaje torturado por la culpa y movido por la pasión y un amor escondido incluso a la mirada del espectador. Y como me voy a olvidar de la brasileña Morena Baccarin que interpreta a la mujer de Brody, Jessica. Papel complicado en muchos capítulos y en el que la elegancia y la belleza de esta impresionante mujer dejan a cualquiera sin otra reacción que la admiración.

 
Y acaba la primera temporada dejando todo en el aire pero el mundo de Homeland ha cambiado. Los roles han sido modificados. Todo está patas arriba. El motor de la historia ya no es el mismo y eso afecta a la trama y la forma de afrontarla.  

La segunda temporada comienza a trompicones como si no supiera hacia dónde se dirige hasta que la historia gira de nuevo, como una ruleta rusa en la que la victima de la serie cambia por momentos, y todo vuelve a empezar. Una nueva historia, una nueva trama, nuevas intrigas pero esta vez... todo multiplicado a la enésima potencia. Esto tiene dos problemas. El primero es que ese nivel de enervamiento máximo no puede ser soportado por la historia mucho tiempo. El segundo es que para solucionar esta situación es necesario un clímax de envergadura. Y este es el gran problema de esta serie. Su calidad. Es un gran producto. Grandes guionistas, grandes directores, grandes actores y una producción made in Hollywood y eso significa sólo una cosa: La gallina de los huevos de oro no se mata.

 
Esta es una historia que se encamina a un clímax que no nos dejan tener. La serie se encamina a un punto en el que todo termina teniendo sentido de forma atropellada y sin explicación (todo lo contrario que en capítulos anteriores) y es en ese momento cuando el circulo debe cerrarse pero... el dinero no nos deja... ese sistema de trilogías estiradas, ese sistema de grandes producciones con secuelas eternizantes y sin sentido... la rentabilidad del producto nos deja sin nuestro clímax. Sufrimos un gatillazo narrativo impresionante y esa frustración hace que la serie parezca peor de lo que es. No recordamos la construcción de personajes, los giros de guión, el descenso a los infiernos de los personajes y su rehabilitación, la verosimilitud del conjunto, el carisma de cada uno de los secundarios... todo a la basura por una temporada más. 12 capítulos que me planteo muy seriamente ver. Después de todo yo ya tengo el final alternativo montado en mi cabeza. Es destructivo, es esperanzador, es purificador y limpio, es duro y real. Es un clímax. Con música de clímax, con lágrimas de clímax, con sonrisas de clímax, con tragedias de clímax... me deben mi clímax, esa es la única razón para ver la tercera temporada. 

Como yo no quiero dejaros sin un climax os dejo un clip musical que los que vean la serie recordaran y entenderán su significado: Everybody knows del maestro Leonard Cohen.



 

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