A veces sales a correr y no
tienes buenas sensaciones. Las piernas te pesan, tienes un agujero en el
estómago y la cabeza te dice que vuelvas a casa pero tú sigues. Te dices que
tan sólo sales a sudar un poco y continúas avanzando. Te pones una meta próxima,
cercana y la alcanzas. Por esa razón piensas que se puede llegar un poco más
lejos. Cuando estas lejos ya no quieres parar porque dar la vuelta allí sería
estropear un buen entreno y continúas. Se podría decir que cuando comenzaste no
sabías adonde ibas a ir. Tus piernas te han llevado donde ellas han querido.
Escribir un blog es similar.
Comienzas escribiendo un post sobre algo que te resulta interesante. Sobre algo
que te gusta. Y comienzas a preparar otro. En el proceso meditas que el lo
quieres hacer con tu blog. No lo tienes claro y descubres que da igual. Que lo
único que debes hacer es seguir escribiendo sobre lo que te gusta. Y eso es lo
que voy a hacer.
Por todo esto hoy damos un salto
a un lado, aunque sin dejar los análisis audiovisuales. Voy ha comentar una
serie de televisión que me ha dejado un notable sabor de boca: Homeland.
El argumento de Homeland es
relativamente sencillo. Un marine de los Estados Unidos es rescatado tras 8 años
de cautiverio en Afganistán y devuelto a una USA post 9/11. El motor de la
serie es descubrir si este soldado es un terrorista encubierto o un héroe de
guerra.
Una de las más importantes
particularidades reseñables de la serie es la verosimilitud (no realismo) que
aporta a la acción. Como nos podemos imaginar cada capítulo la trama se vuelve
más intrincada y las decisiones de los protagonistas son más inconcebibles pero
la estupenda labor del equipo de guionistas, el pulso en la dirección y un
elenco actoral que ya querría Hollywood resuelvan cada escena con una salida
razonable dentro de lo inabarcable de la situación.
Los bandazos del guión con
innumerables giros a lo largo de la primera temporada son impresionantes. Estos
cambios de rumbo en la historia te dejan boquiabierto, intrigado por saber
hacia donde se dirigirá la historia ahora. Si analizamos las temporadas por
separado, sabiendo que en Marzo de 2013 comienza a rodarse una tercera, la
primera es de una calidad dramática sobresaliente, algo difícilmente mejorable,
comparable a los guiones de “El Ala Oeste de la Casa Blanca” (en otra
tipología dramática). La segunda es diferente. No puede permitirse el lujo de
derrochar un giro de guión por capitulo y las sorpresas son menos
espectaculares y más parecidas a ases en la manga guardados para resolver
situaciones especificas.
Durante la primera temporada el
director de la mayoría de los capítulos importantes como los dos primeros, el
séptimo y el ultimo es Michael Cuesta (productor ejecutivo en el resto de la
serie). Cuesta maneja la intriga con facilidad y en los últimos capítulos (un
doble capitulo) “Marine Uno” coloca la cámara en las escenas de tensión
cerquísima del rostro de los actores logrando transmitir una agobiante
sensación. Es un efecto muy logrado soportado todo ello por las brillantes
actuaciones de Claire Danes y Damian Lewis. Estos actores demuestran a lo largo
de estos capítulos finales que se merecen todos los premios recibidos. La
verosimilitud en el extremismo de sus actuaciones es algo que se debe valorar
en su justa medida.
A esto hay que añadir el toque
musical de en el que el Jazz con lo que representa juega una parte fundamental
en los procesos de razonamiento y descubrimiento de los casos en la cabeza de
la protagonista. Se podría decir que la cabeza de Carrie funciona como una
buena melodía de Jazz en la que el ritmo es prioritario pero los bandazos melódicos
van moviendo la trama de un lado a otro.
Además de todo esto no me puedo
olvidar del papel del reconocido Mandy Patinkin como Saul Berenson, un
personaje torturado por la culpa y movido por la pasión y un amor escondido
incluso a la mirada del espectador. Y como me voy a olvidar de la brasileña
Morena Baccarin que interpreta a la mujer de Brody, Jessica. Papel complicado
en muchos capítulos y en el que la elegancia y la belleza de esta impresionante
mujer dejan a cualquiera sin otra reacción que la admiración.
Y acaba la primera temporada
dejando todo en el aire pero el mundo de Homeland ha cambiado. Los roles han
sido modificados. Todo está patas arriba. El motor de la historia ya no es el
mismo y eso afecta a la trama y la forma de afrontarla.
La segunda temporada comienza a
trompicones como si no supiera hacia dónde se dirige hasta que la historia gira
de nuevo, como una ruleta rusa en la que la victima de la serie cambia por
momentos, y todo vuelve a empezar. Una nueva historia, una nueva trama, nuevas
intrigas pero esta vez... todo multiplicado a la enésima potencia. Esto tiene
dos problemas. El primero es que ese nivel de enervamiento máximo no puede ser
soportado por la historia mucho tiempo. El segundo es que para solucionar esta
situación es necesario un clímax de envergadura. Y este es el gran problema de
esta serie. Su calidad. Es un gran producto. Grandes guionistas, grandes
directores, grandes actores y una producción made in Hollywood y eso significa
sólo una cosa: La gallina de los huevos de oro no se mata.
Esta es una historia que se
encamina a un clímax que no nos dejan tener. La serie se encamina a un punto en
el que todo termina teniendo sentido de forma atropellada y sin explicación
(todo lo contrario que en capítulos anteriores) y es en ese momento cuando el
circulo debe cerrarse pero... el dinero no nos deja... ese sistema de trilogías
estiradas, ese sistema de grandes producciones con secuelas eternizantes y sin
sentido... la rentabilidad del producto nos deja sin nuestro clímax. Sufrimos
un gatillazo narrativo impresionante y esa frustración hace que la serie
parezca peor de lo que es. No recordamos la construcción de personajes, los
giros de guión, el descenso a los infiernos de los personajes y su
rehabilitación, la verosimilitud del conjunto, el carisma de cada uno de los
secundarios... todo a la basura por una temporada más. 12 capítulos que me
planteo muy seriamente ver. Después de todo yo ya tengo el final alternativo
montado en mi cabeza. Es destructivo, es esperanzador, es purificador y limpio,
es duro y real. Es un clímax. Con música de clímax, con lágrimas de clímax, con
sonrisas de clímax, con tragedias de clímax... me deben mi clímax, esa es la
única razón para ver la tercera temporada.
Como yo no quiero dejaros sin un
climax os dejo un clip musical que los que vean la serie recordaran y entenderán
su significado: Everybody knows del maestro Leonard Cohen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario